sábado, 26 de marzo de 2011

En otoño..

“La rayuela se juega con una piedrecita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrecita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrecita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrecita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrecita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrecita y la punta de un zapato”.
Julio Cortázar; Rayuela



En otoño, BA, suele estar más mojada que en otras estaciones. Amaneceres llenos de agua, hacen que las personas corran buscando un refugio. Aquellos que lo encuentran, rápidamente, suelen sentirse seres afortunados. Se olvidan de su fortuna en los inmediatos segundos.  Cuando las hojas caen, en otoño, los espacios verdes se transforman en distintas tonalidades de marrón, y hacen que caminar por ellos deje en el cuerpo un rastro de felicidad. No esa felicidad que hace que duelan las mejillas de sonreír, sino aquella que te revuelve el estomago y te enseña a reír con los ojos. Y así, riendo con la mirada, transformamos un poco la capacidad del hombre de odiar. En otoño todos odiamos menos.
En la vorágine diaria de explotar el tiempo, nos encontramos con que la mitad de nuestras cosas faltan. Perder el tiempo, siempre, en las mismas cortas acciones nos lleva a que el tiempo no nos alcance, que siempre haya un pero y que a la hora de accionar ya no tengamos más energías.  El otoño, todos los años, nos enseña a calmarnos, a caminar despacio, a alargar nuestro tiempo. Y que los días sean eternos, entonces cuando llega el anochecer estamos a la espera del mejor amanecer del año.
En esta estación todos deberíamos centrarnos en algo. No hay que hacer tantos planes solo para cumplir dos: siempre algo nos queda inconcluso; y en lo "no-hecho" vamos  ganando pedacitos de odio, de rencor, de gente que dejamos plantada en algún lugar, de cosas que nunca se terminaron. En otoño eso no pasa, porque si el tiempo lo usamos a la medida que queremos y cumplimos con lo propuesto, odiamos menos.
En el no-odio de otoño me pongo seria. Estoy segura de que si me lo propongo, lo cumplo. Entonces dejo de mirar tanto para los costados, de escuchar lo que todos quieren de mi, y me centro en mi mente. Esta mente que hoy extraña con locura, que sabe que mañana las lagrimas la van a llevar a pensamientos duros, que se ríe descostilladamente porque todo lo de al rededor le parece gracioso y burdo. Mi mente esta repleta de miedos y seguridades, los cuales a veces me juegan una mala pasada. Supongo que parte de mi cabeza se debe a que reprimir hace mal y por ello escribo en todo lo que se pueda y mi mente queda en blanco. Tengo un cuento que necesita conectores, y que mi sueño es que algún día se encuentre en alguna vidriera.
Mañana son once años y ya desde ahora siento el desdén de un día frió y solitario. Y será por eso que me gusta tanto el otoño: porque vos te fuiste en el y me enseñaste a valorarlo. Que las hojas caigan me da un gustito a que tengo que quererlo, a que tengo que mirarlo con cariño y sonreirle al cambio. Ese cambio de hojas que en su momento significo mi cambio, mi nueva vida.
Para llegar al cielo, hay que calcular. Y si no lo hiciste cuando niño, te invito a estas callecitas frías de un BA humedo para que lo hagas. Intentar calcular, atinar, lograr y llegar al cielo es fácil. Solo siendo niño podrás reír.
En el otoño, BA suele cambiar colores.


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