Es muy temprano y no sabe muy bien que día de la semana es. Esta sentada en la medianera de ese edificio destartalado, que se cae con los días, con los pies colgando; de lejos ve como el sol va saliendo de a poco, recordandole que otra noche pasó. Respira hondo y lo medita una vez más. Ya esta, ya las cartas estaban echadas, que la estaba parando?. Su mente.
Decide darle una segunda oportunidad y se pone a cantar. Algún día iba a descubrir porque aquellas canciones le calmaban tanto el alma, le sacaban las ganas de llorar y la llevaban a otra parte. Cantó con el poco aire que tenía en los pulmones, y se sintió vacía. El cigarrillo le estaba sacando el aliento, y le molestaba que su voz se tornara en rasposa, lo único valioso que tenía era la puta voz. Pero como quien no quiere la cosa, desafío a su cuerpo, y canto como si el mundo fuese a acabarse. Y derrepente, todo a su alrededor quedó en silencio. Conocía de estas experiencias, sabia que cuando a esas horas ella cantaba con tanta pasión algo pasaba. Pasaba, simplemente, que los vecinos curiosos se estancaban en las ventanas para escucharla cantar. Pasaba, de vez en cuando, que el ángel cantaba y que todos querían escucharla. Ella, el ángel, había pasado mucho tiempo callada, y esa derrepente aparición estaba llenando de colores el barrio. Y el silencio, se convirtió en un simple compás de melodías. Fue, por un segundo, la salvación.
Cuando todo había acabado, y todos volvían a su rutina, ella tenía que decidir que hacer. Se puso de píe y comenzó su camino a la facultad. Le faltaban horas para su primera clase, pero necesitaba caminar y despejarse. Tenía la certeza de que su noche se repetiría muy pronto, y para ello necesitaba fuerzas. Escuchó música a todo volumen y cuando podía se tiraba un par de pasitos, de esos que le habían enseñado en el Centro.
Se prendió un pucho en el camino, y cuando lo terminó de dio cuenta que era el último y que ya no tenia plata para comprar más. No le causaba gracia tener que pedir, ni puchos ni monedas. Pero hoy iba a tener que hacerlo, no tenia ni monedas para volverse.
Mandala una vez más tenía mucho tiempo libre y pensaba mucho. No sabía bien porque, pero le había dado una segunda oportunidad a su vida. Esa vida por la que no pagaba ni dos pesos, que le costaba sobrellevar. Esta vez hacía lo posible, esta vez le iba a pelear a los golpes.
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